domingo, 28 de abril de 2013

Un paseo entre recuerdos.....


   Ayer volví al ayer. Sí, a ese ayer que, como todos y cada uno de nosotros, fui fabricando en otro tiempo para convertirlo no solo en mi tiempo y sino también en mi vida. Un conjunto de instantes que compusieron mi niñez y mi adolescencia en medio de mil risas y otras tantas tristezas, de intensas ilusiones y alguna que otra decepción.

   Y es que aquel tiempo era un reloj que caminaba invisible sobre nuestras vidas, sin que el ajetreado paseo de sus manecillas hiciesen mella sobre nuestros pensamientos al verlo marcharse. Y los días nos parecían infinitos, tanto como nuestros sueños. Y los malos momentos los desechábamos rápidamente de nuestro lado al encontrarnos de nuevo con los amigos. Amigos.....qué hermosa palabra y qué pocas veces reparábamos en cuánto encerraba dentro. Ellos estaban siempre ahí......, eternamente, como los días.

   Y yo ayer volví allí. En un viaje inesperado e improvisado a ese recóndito lugar que me vio crecer. Pero esta vez no se trataba del lugar; allí voy con cierta frecuencia. Esta vez era el reencuentro con unas palabras, con unas vivencias y, sobre todo, con una persona. El redescubrir, frente a un café que nos cobijaba de un frío que estaba deshaciendo la primavera, aquello que cuentan otros ojos antes incluso de que pueda ser dicho. Y es que las miradas, todas, incluídas aquellas que puedan estar ya curtidas en la batalla de los años, no saben callar, ni entienden de mentir.

   Y caminé de nuevo por aquellos pasos que poco a poco hoy se van evaporando, y reescribí anécdotas, y supe de cosas que en su momento no alcancé a ver, y hablé del ayer con palabras de hoy, y escuché el hoy con palabras del ayer.

   Y es que ayer......ayer volví por unos instantes a ese ayer de mis recuerdos. Unos recuerdos que por un día decidieron no marcharse de mi memoria, sino que quisieron volver a mí..... para jugar alegremente en ella.

viernes, 19 de abril de 2013

Por quién mueren las palabras......

   Y una mañana despierta y trae consigo ese día que es igual para todos y, a la vez, distinto para cada uno de nosotros. Y yo comienzo a darle forma con esa cadencia silenciosa y mimética con que las personas solemos escribir nuestra vida; pero el día ya me avisa de que va a ser distinto; aunque yo aún no lo sepa, aunque yo aún no lo sienta.

   Y como si de un guión ya escrito se tratase, comienzan a fluir en mí las palabras y los silencios, los ratos de compañía y los tiempos de soledad. Y ambos, las palabras y los silencios, las compañías y las soledades, van dando significado a cada minuto vivido. Y éstos..... a las horas. Y las horas........ a un día que sabe a la monotonía de los días iguales. Pero el día, a mis espaldas, ya va adornando sus tiempos con la mejor de sus galas; aunque yo aún no lo sepa, aunque yo aún no lo sienta.

   Y en medio de la vorágine siempre despierta de la realidad, salen a pasear también mis sueños, esos que se me escapan colándose entre alguna sonrisa, viajando en alguna lágrima o, como suelen hacer casi siempre, hablándole a mi imaginación en medio de las palabras calladas de un pensamiento. Y yo les escucho y sonrío con ellos cada vez que me arrancan de los labios un tal vez,....sí, un tal vez.

   Y cuando quiere caer la tarde, dispuesta a llevarse consigo el día y los retales de vida en él zurcidos, me encuentro frente a mí con unos labios que no son ningún sueño a más de haberlos soñado mil veces. Y yo entonces hablo o guardo silencio, pero mis palabras y mis silencios se olvidan de todo y vuelven de nuevo hacia mí y me gritan: “Bésalos.....bésalos, no tengas miedo”

   Y entonces me doy cuenta que mis palabras ya suenan distintas, a pesar de que puedan ser las mismas palabras usadas en la mañana o al comienzo de la tarde. Y mientras pienso en esa eternidad tan frágil que apenas dura un instante y que es robar un beso de otros labios, entiendo que a veces nuestras palabras también mueren por alguien...........o mueren por el deseo de un beso que, tal vez, se puede hacer realidad a más de haberlo soñado tanto. Y así el día abandona su monotonía, para vestirse el manto de los días únicos, de los días especiales que se saben y se sienten.