domingo, 3 de marzo de 2013

A vueltas con mi nombre....


   Un día, mientras estaba en mi cafetería preferida tratando de dar sentido a un montón de letras que tenía a medio camino entre mi cabeza y un papel, se me acercó una  niña pequeña y, sin decir nada, se quedó en pie junto a mí viéndome escribir. Yo le sonreí y seguí ajetreado con mi tarea. A diferencia de otras ocasiones, esa mañana no me estaba resultando demasiado fácil plasmar entre unas líneas todo aquello que quería decir. La historia a escribir la conocía bien, tal vez demasiado bien. Como sucedía con casi todas las demás que había escrito, era un fragmento de mi vida. Sin embargo, lo que la diferenciaba de las demás era que me resultaba difícil sacar su esencia para con ella hacer un relato imaginado. Tal vez me estaba inmiscuyendo en una parcela demasiado íntima de mi vida que rechazaba verse escrita en otro lugar que no fuera el propio corazón y éste se oponía a ello con virulencia.

   Con un disimulo cada vez menor, aquella niña no perdía detalle de todo cuanto yo hacía y de todo cuanto escribía. Había veces en que incluso arqueaba su pequeño y delicado cuerpo para poder leer aquello que mi mano, el café o alguna sombra se lo impedía.

   -Señorita, ¿sabe usted que no está bien curiosear lo que hacen los demás? –le dije sin poder contener una sonrisa.

   -¿Qué escribes? ¿Y por qué tachas tanto?

   -Estoy tratando de escribir un cuento y si tacho es porque me equivoco.

   -Y si escribes un cuento, ¿por qué te molesta que lo esté yo leyendo si luego lo van a leer muchas personas?

   -Tienes toda la razón. -le contesté-. Haremos una cosa: cuando lo termine no se lo enseño a nadie hasta que otra vez te vuelva a ver y seas tú la primera en leerlo. Creo que te lo mereces. ¿Quieres?

   Debo entender que le hizo ilusión porque soltó un sí que seguro lo escuchó toda la ciudad. Al menos sí lo hicieron los demás clientes de la cafetería, pues todos volvieron la cabeza hacia mi mesa.


   -Cariño....no molestes a ese señor –se oyó decir a una mujer que, cuatro o cinco mesas más allá, conversaba entretenida con otras mujeres.


   -No mamá, no le estoy molestando. Le estoy ayudando –contestó la niña sin ni si quiera mirar a su madre.


   -Marta,  no digas tonterías. No está bien molestar a nadie –replicó su madre que ahora sí se había acercado con intención de llevársela- Perdónela, es muy curiosa y le encanta leer. Como le ha visto escribir.....


   -No se preocupe. No me molesta. Puede quedarse aquí si quiere a ayudarme –total estaba tan negado que no creía pudiera terminar de escribir nada.

   -¿Qué es eso que pone tu cuaderno? –me preguntó con voz curiosa.

   -¿Esto? Ahí dice “Icarina”. Es mi pseudónimo.

   -¿Tu qué....?


   -Mi pseudónimo. Es el nombre bajo el que me escondo para escribir.


   -¿Porqué dices que te escondes si yo te estoy viendo? Y entonces, ¿cómo te llamas?

   No pude contener la risa. Aquella era la inocencia que yo echaba de menos en nuestro día a día. La inocencia de los niños que en muchas ocasiones perdemos con mucha rapidez al hacernos adultos.

   -Me llamo Juan. Ese es mi verdadero nombre.Y el otro, como te digo, es mi pseudónimo; pero es un secreto y no te puedo decir de donde viene.

   -Pues el día que acabes de escribir tu cuento y me lo des pones que lo ha escrito Juan, que a mí ese otro nombre me suena muy raro y no se lo podré decir a mis amigos.

   -Te lo prometo, le pondré el nombre que tú quieras.

   -Ahora me tengo que marchar, mi mamá y sus amigas ya se han levantado. ¡Adiós! -dijo marchándose con la misma naturalidad con que se había acercado.

   Le dije adiós con la mano y me quedé mirando hasta que desaparecieron por la puerta. Después volví a mi historia, esa que no quería verse escrita entre los renglones de un papel.


5 comentarios:

  1. Si hubiera sucedido años atrás, podrían haber sido mi curiosidad y yo las que te importunaban a preguntas.
    Eva con trenzas.

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    1. Y yo las hubiese contestado todas. Además estoy seguro que Eva y sus trenzas siguen conservando en un rinconcito de su ser esa inocencia de cuando jugaban a corretear por el salón.

      Mil gracias, preciosa!! :)

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  2. Bueno, encantada de conocerle Juan. Me debe usted otro café. Aunque le digo que me encanta encender el ordenador y enfrascarme en otra historia excelente, con palabras cuidadas por el mimo de quien sabe apreciarlas. Me ha encantado.

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    1. El gusto es mío, señorita. Y de mis letras; no sabe usted cuanto de contentas se han puesto al leer esas palabras de una dama de las letras.

      Prometo cumplir esos cafés, a cambio me pido....una sonrisa. ¿De acuerdo?

      Mil gracias y un beso.

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  3. Maravillosa frescura como es la niñez siempre . Yo al igual que la niña me quedo con la inquietud de porque Icarina , pero schhh no preguntare ya soy un adulto .

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