martes, 12 de marzo de 2013

De esa primera vez....


   Sabía que este día había de llegar tarde o temprano. Me había preparado a conciencia porque entendía que un cúmulo de sensaciones difíciles de explicar se agolparían en mis ojos y, sin duda, harían temblar mis manos, tal vez hábiles y ya curtidas en la materia a la velocidad misma de los latidos que habrían de recorrer mis venas.

   Todo era propicio......la noche estrellada, el silencio apenas roto por una suave brisa que, en su acompasado vaivén, hacia golpear alguna rama próxima en los cristales de la ventana, la suave música haciéndose dueña de los compases de un tiempo apenas detenido entre pequeños instantes y el vino ya escanciado y esperando que el aire le diera cuerpo y absorbiera su aroma para impregnar después cualquier rincón de la habitación.

   Y ella también estaba allí, frente a mí. Solos los dos. No era la primera vez y tampoco sería la última. Pero no cabía duda que hoy, esta noche, sería irrepetible para ambos. La observé en silencio por unos instantes. Me ofrecía sin pudor su desnudez. Un tacto que ya conocía de mil veces anteriores y que, sin embargo, siempre volvía a ser nuevo para mí. 

   La tomé entre mis manos con la delicadeza de quien quiere ser dueño y servidor a la vez. Mis primeras dudas rápidamente se disiparon y dejé que mis manos se deslizaran por su pálida piel que poco a poco iba siendo mía. Puro goce. Y la sonrisa ya más tranquila que aparecía incansable en mis labios por la satisfacción de un deseo cumplido.

   Y una tras otra fui dejando mis letras y aquella hoja de papel, blanca y desnuda al comienzo, fue vistiéndose de palabras, de frases, de versos y, sobre todo, de sentimientos para hacer de ella, de esa virginal hoja, la mejor carta de amor que jamás en mi vida volvería a escribir

3 comentarios:

  1. Precioso, qué bonita manera de describirlo. Me encanta.

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    1. Gracias!!! A veces son las letras quienes nos invitan a jugar cuando nos ponemos frente a ellas.

      Mil gracias de nuevo. Un beso ;-)

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  2. Genial, como siempre, con esa inesperada sorpresa final digna de los mejores escritores.

    Chapeau.

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