martes, 5 de marzo de 2013

Mis palabras.....


   Algunas mañanas, cuando salgo a correr, me detengo junto a la marquesina del tranvía observando como ese artefacto metálico y rudo camina monótono en su eterno e invariable trayecto de ida y vuelta por un camino, también metálico como él, siempre predecible. Hoy, a diferencia de la mayor parte de los días y pese a las leves gotas de lluvia que caían, no había nadie en la marquesina. Quizá por ello he podido ver un cartel grande y lleno de colores que ya no recuerdo qué anunciaba. En él había fotografiada una mujer, medio recostada y apenas vestida con un trozo de tela blanco que dejaba al aire parte de su pecho y toda su espalda. Pese a los colores vivos con que todo estaba dibujado, el rostro de aquella mujer, apenas reconocible, denotaba un cierto grado de tristeza.

   He seguido mi marcha y aquella imagen seguía grabada en mi mente; no por la mujer, que sin duda era muy hermosa, sino porque me empeñaba en querer buscar una frase que descibiera aquella fotografía y no lo conseguía. Esta vieja costumbre mía de querer reducir todo a letras me estaba jugando una mala pasada. Era como si estuviese perdiendo la agilidad mental de otros tiempos.

   En mi afán por dar esquinazo a un fantasma al que llamamos olvido, y que de un tiempo a esta parte le gusta llevar la voz cantante entre esos entrañables miedos que todos guardamos en un rincón bajo la cama para que, cuando ellos quieran, hagan travesuras en nuestra vida, me he propuesto recordar cómo comencé a escribir y al rato una anécdota me ha hecho sonreír. El fantasma del olvido, seguro que muy enfadado, se ha tenido que volver de nuevo a esconder bajo la cama; al menos, hasta otro momento.

   Hace años, unos cuantos ya, en esos momentos en que todo era nuevo y los ojos se volvían grandes como platos ante cualquier descubrimiento, estando en el colegio tenía que escribir una redacción para clase de lengua y, aunque sabía lo que quería escribir, no encontraba las palabras con las que expresarme. Lleno de miedo se lo dije al maestro. Y aquel hombre, siempre serio, de voz cruda, de barba pelirroja, alto y desgarbado al andar y copia exacta de Fernando Fernán Gómez en su vejez, lejos de comerme como todos pensábamos que hacía cuando te acercabas a su mesa, puso su mano sobre mi hombro y, sin levantarse de su silla, me dijo: “No te preocupes, cuando las palabras estén ordenadas en tu cabeza decidirán salir y la historia se escribirá sola”.

   Yo me olvidé de aquella redacción y pasé toda la tarde jugando con mis amigos. A la mañana siguiente cuando comenzó la clase de lengua yo, sonriente como ningún otro niño, abrí mi cuaderno por la última página esperando que nos pidieran la tarea.

   -¡No está! ¡La redacción no se ha escrito! –dije con un hilo de voz que a penas si pude yo mismo oírme.

   -¿Qué te sucede? ¿A qué vienen esas lágrimas? –me preguntó el profesor.

   Yo no sabía qué contestar. Él me había dicho que la historia se escribiría sola y yo, con apenas seis años me lo había creído. Y era todo mentira. No me había comido cuando me acerqué, pero me había engañado. Se había reído de mí, y eso me dolía. Don Nicolás, como todos le llamábamos, se acercó a mí y entendió todo lo que pasaba. Me llevo a la pizarra y me dijo que escribiera lo que había sucedido y todo lo que sentía; que lo hiciera sin miedo. Le hice caso y, aunque temblando, escribí; escribí mucho.

   -Ves... –me dijo-, esa es tu redacción. Como sabías lo que querías escribir, las palabras han ido apareciendo solas. No lo olvides nunca. Las palabras hay que buscarlas, y escribirlas; pero también hay que dejarlas que nazcan solas. Sólo así habremos dicho algo bueno.

   Hoy, años mas tarde, sigo buscando palabras; quizá con más ahínco que otras veces por miedo a perderlas todas en cualquier momento. Y hoy, años más tarde, esas mismas palabras necesitan también nacer solas. Tal vez así sepa decir algo bueno a las miradas que las lean. Tal vez.....

4 comentarios:

  1. Definitivamente hay que esconder ciertas cosas para que, solo entonces la magia ordene las palabras automáticamente, a que si? ;)

    Eva y sus trenzas.

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    1. Ya sabes los fantasmas son como niños: desobedientes por naturaleza y sobre todo curiosos, asi que salen de debajo de la cama cuando quieren. Tal vez también hay otro fantasma, el de las letras y es él el que escribe. Quién sabe??

      Besos, mi niña ;-)

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  2. Pues claro que has dicho algo bueno a mi mirada...Me ha gustado mucho tu relato.

    Un saludo

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    1. Entonces mereció la pena seguir buscando palabras y, sobre todo, dejar que ellas mismas hablen.

      Gracias por leerme. Todo un placer. :-)

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