Caía la tarde de aquel día en las
postrimerías del pasado otoño. El cielo, de color gris opaco desde la mañana,
se deshacía en pequeñas gotas de agua que golpeaban la pared externa de mi
despacho, dejando un repiqueteo en el alféizar de la ventana. Sobre mi mesa,
algunos trabajos esperaban ser terminados y algunos papeles aguardaban ser
también clasificados y colocados en sus respectivas carpetas. Pero yo dejaba
pasar el tiempo navegando por la red de redes, pasando de una página a otra. Y
entre esas páginas también estaba una red social que no hacía mucho había
descubierto.
Trataba, como todos, de encontrar la manera
de dejar en unos pocos caracteres mis pensamientos, mis realidades y alguna que
otra frase que creía definía mi forma de ser. Poco a poco, había ido conociendo
a otros navegantes con los que interactuaba ágilmente respondiendo a sus
palabras, bien originarias o bien que comentaban alguna frase mía. Y ese día,
por sorpresa, una niña comentó una de
aquellas frases. “¿Tú crees que de verdad los sueños se pintan con colores?”.
Le respondí que sí lo creía. “A mí
me gustan mucho los colores”. En esas frases conocí a @albahapi.
Aquella niña me cautivó con sus letras
inocentes, frescas, ágiles y sobre todo vivas. De vez en cuando cruzábamos
alguna frase que daba pie a más palabras. Preguntas, respuestas y comentarios
que fueron creciendo con los días y sabían sacarme siempre una sonrisa. Otras
veces, sus palabras me sobrecogían cuando pensaba en la realidad de aquella
niña y volvían a mi cabeza preguntas de otro tiempo: ¿por qué suceden estas
cosas? Preguntas, tal vez, sin
respuesta.
Había cambiado la cuenta desde la que hablaba
con ella, tal vez porque entendí que algunas veces hay letras que son para
adultos. Pero seguía siendo yo y mi forma de escribir y me reconoció. Aquél día
me hizo reír y mucho.
Y como el tiempo transcurre inexorable,
también llegó un día de junio. Ese día lucía el sol, pero el repiqueteo de unas
gotas empaparon muchos ojos. Lágrimas sinceras que hablaban lo que quizá muchos
no queríamos o no sabíamos decir. @albahapi se había marchado para ser una
estrella en el cielo, llevándose sus letras frescas y alegres y dejándonos
el corazón roto.
Hoy seguro que se pasea por el cielo con otra
estrella, algo más mayor, que yo también tengo allí. Seguro que hablan, ríen,
juegan y hasta le enseñará a Alba a crujir hojas secas al pisarlas, cuando por
allí llegue también el otoño.
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